El que no está conmigo, está contra mí; y el que conmigo no recoge, desparrama.

Lucas 11,23 (RVC)

Sin ánimo de ofender a nadie, aunque a veces la misma Palabra de Dios puede doler (como la verdad que, dicen que duele aunque no ofende), recuerdo que una vez hablaba con una persona que practicaba cierta técnica de curación oriental (que no quiero nombrar aunque podrán deducirlo) y esa persona me decía, con ánimos de consensuar conmigo: “… pero cuando curamos lo hacemos en nombre de Dios.”

Yo mismo, por mucho tiempo, estuve interesado en esta técnica, estuve incluso a punto de hacer un curso importante, aunque luego de investigar suficiente, no sólo en libros sino también en la Biblia, me topé con la historia de la muchacha adivina y el apóstol Pablo (Lee Hechos 16,16-24). Allí me di cuenta de que fuera de Dios también hay poderes pero queda en nosotros decidir a quién servimos. Allí me di cuenta de que Dios también nos ofrece lo que buscamos sin llegar a negarlo a Él. Hay uno sólo que tiene el verdadero poder de sanar y hacer milagros, incluso la facultad de expulsar demonios. Y una sola es la fuente de todo poder, sanidad y salvación, cuando invocamos el nombre de Jesucristo.

Padre, permítenos descubrir que todo lo que necesitamos para nuestra vida está a nuestra disposición por medio del nombre de tu Hijo Jesucristo. Amén.

Enzo Pellini

Lucas 11,14-28

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