Allí podía refugiarse cualquiera que matara a otro por accidente… para que… no pudiera vengarse y matarlo antes que el pueblo lo juzgara.

Josué 20,9

Me persigue y me quiere atrapar. Quiere, según dice, matarme porque le pertenezco, por todos los males y daños que he cometido. Todos involuntarios, por cierto, ¿por cierto?
Corro desesperado por las calles de la vida buscando esconderme, y en esa huida, sigo cometiendo males.
Voy corriendo por la vida tan encerrado en mí mismo, que tropiezo con un vagabundo que estaba tirado en la calle, mugriento, hambriento, y estiraba su mano hacia mí…
Sigo corriendo desesperado por el camino de la vida, que me llevo por delante a un discapacitado en silla de ruedas que se había acercado a mí para pedirme que le ayude a cruzar la calle…
Corro y corro para que el goel*, el vengador de mis homicidios, involuntarios por cierto, ¿por cierto?, no me alcance, no sea cosa que termine acabando conmigo…
De pronto, veo un refugio. En la entrada alguien me abraza, me sostiene… siento que me protege. No me pregunta por qué estoy corriendo. Seguramente lo sabe… ya habrán entrado muchos a este refugio. Pero del miedo y la vergüenza no logro levantar la cabeza para mirar su rostro.
Entro a su presencia. El que me persigue y me quiere atrapar no tiene poder en ese refugio y se va derrotado, buscando a otro a quien atrapar y perseguir…
Cuando descubro el amor en su abrazo, y ya calmado de tanto correr, levanto la vista y lo veo, sonriente y con voz suave y tierna me dice: “Yo ya pagué todo para vos. No necesitas correr más. Conmigo estás a salvo. Yo soy tu refugio.”
Veo sus manos sangrando… sus pies… en su cabeza muestras de lo que fue una corona de espinas… a lo lejos una cruz…

Pablo Münter

* Goel: persona designada por la familia de la victima para encargarse de hacer justicia.

Josué 20,1-9

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print