No todos son apóstoles, ni todos son profetas. No todos son maestros, ni todos hacen milagros, ni todos tienen poder para curar enfermos. Tampoco todos hablan en lenguas, ni todos saben interpretarlas. Ustedes deben ambicionar los mejores dones.
Yo voy a enseñarles un camino mucho mejor.
1 Corintios 12,29-31
Recuerdo que cuando era niño, en los partidos de fútbol de amigos, muy pocos querían jugar de defensa, y nadie de portero, lo cual nos obligaba a hacer sorteos o a turnarnos para cubrir el puesto. Todos querían jugar de delanteros, patear los penales, hacer goles. No éramos un equipo, sino un conjunto de individuos buscando notoriedad y gloria.
En la Iglesia, los talentos y las habilidades de los hermanos son necesarios e indispensables para nuestro desarrollo individual y comunitario; si no están disponibles, podemos marchitarnos y secarnos como una planta carente del agua, luz y temperatura adecuadas.
No todos pueden jugar de delanteros; no todos pueden ser líderes, pastores, administradores, ni ocupar un puesto simplemente porque está vacante. Por esto, Dios ha distribuido dones diversos, porque el cuerpo vive saludablemente sólo cuando cada miembro cumple su función.
Los Corintios anhelaban el don de hablar en lenguas, tanto que algunos fingían tenerlo. El apóstol los reprende y les exhorta a desear los “mejores” dones. ¿Cuáles son estos? ¿Hay dones inútiles? Pablo no lo dice; pero, enseña un camino mejor. Es el camino del amor fraternal, que no es un don o un carisma particular, sino un camino, un modo de vida.
Señor, que nuestro actuar, fundado en el amor, apunte a lo que edifica y al bien común. No a la gloria personal ni a los lugares de privilegio.
Robinson Reyes Arriagada
1 Corintios 12,27-31