Más bien, profesando la verdad en el amor, debemos crecer en todo hacia Cristo, que es la cabeza del cuerpo.
Efesios 4,15
Las primeras comunidades de seguidoras y seguidores de Jesús fueron desafiadas a no quedarse inmóviles, estáticas, o en el terreno de lo conocido, sino a “crecer en todo, hacia Cristo”. Crecer implica la idea de ascender, pero también de madurar. No se trata de crecer, por crecer. Ni se trata de crecer sin dirección. Se trata de crecer para estar más a la altura y a la profundidad de vida de Jesús. Se trata de un crecimiento que se da en la comunidad, en la familia y en la persona, toda vez que en medio nuestro va haciéndose más clara la presencia de aquel que nos enseñó a vivir y a amar. No se trata de declaraciones, sino de prácticas. Vamos creciendo hacia Jesús cuando entre nosotros/as se ‘normaliza’ el relacionarnos con todos/as desde la justicia, el respeto y el amor que cuida. Crecemos hacia Jesús cuando la solidaridad, la equidad, la inclusión, son el pan nuestro de cada día. Y si así lo hacemos, nuestras prédicas serán como nuestras prácticas y nos encontraremos “profesando la verdad en el amor”. Los discursos de odio tan de moda, los sermones con “el dedo señalador” tan presentes en algunos de nuestros púlpitos, no debieran tener lugar entre nosotros/as. Porque las seguidoras y los seguidores de Jesús somos llamados/as a profesar una verdad que se llama: amor.
Por esto decimos con Martin Luther King Jr. “He decidido apostar por el amor, el odio es una carga demasiado pesada”. Amén.
Jorge Daniel Zijlstra Arduin