Sábado 30 de agosto

 

Por eso debemos alabar siempre a Dios por medio de Jesucristo. Esta alabanza es el sacrificio que debemos ofrecer. ¡Alabémoslo, pues, con nuestros labios!

 

Hebreos 13,15

 

En este versículo se nos exhorta, casi se nos exige, alabar a Dios como un sacrificio que debemos ofrecerle; no sé si hay otro lugar en la Biblia donde se nos presente la alabanza como una exigencia. En nuestro día a día, alabamos a Dios cuando estamos agradecidos, cuando algo bueno nos pasa, siempre en respuesta a algo positivo. En sus comentarios del Nuevo Testamento, William Barclay nos explica su manera de entender esta afirmación. Él dice que alabamos a Dios cuando estamos bien, cuando estamos alegres y todo sale como queremos. En cambio, cuando nos va mal, oramos a Dios pidiéndole ayuda. Cuando cometemos algún error, nos dirigimos a Él para pedirle perdón. Cuando estamos angustiados, le pedimos alivio para nuestra situación. En todos estos casos, esperamos algo a cambio: ayuda, perdón, alivio. Por lo tanto, entiende que sería un sacrificio que en estos casos nos limitemos a alabar a Dios; sin pedirle nada, sin esperar retribución. Creo que es todo un reto, y a la vez algo que agradaría mucho a Dios, si simplemente lo reconocemos como quien dirige nuestras vidas, lo honramos y confiamos en que hará lo mejor para cada uno, para cada una. Esa alabanza debe incluir a Jesucristo, ya que por el sacrificio que Él hizo por todos nosotros, tenemos la certeza de la salvación, la posibilidad del perdón de los pecados y la promesa de la vida eterna.

 

Beatriz M. Gunzelmann

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