Día de la Reforma
Trabajen en favor de la ciudad a donde los desterré y pídanme por ella, porque del bienestar de ella depende el bienestar de ustedes.
Jeremías 29,7
Hay épocas en la vida de pueblos, en la vida personal, que son desastrosas, en las que se pierde el ánimo, uno se siente como en un túnel sin salida. Se terminó el ánimo de vivir. En este momento llega una carta, un mensaje preciso, y se siente como si Dios quiere consolar a su gente. La carta dice: Dios quiere que vivan, vivan vitalmente, aventajados. En ella se enumera una amplia gama de posibilidades para dar sentido al futuro. Lo admito, será un lapso largo, no sólo semanas o meses, sino decenios hasta que cambien las circunstancias. No hay nada de imperativos, pero sí un montón de promesas divinas.
Quien medita sinceramente sobre la palabra llega a lo político, porque la palabra “ciudad” abarca también pueblo, departamento, provincia, estado: “Trabajen en favor de la ciudad”. Si bien es ver-dad, que la iglesia no se mezcla obviamente en asuntos políticos, la carta nos anima a levantar la voz si se trata de asuntos de los derechos humanos o cuando los pecados contra el medio ambiente saltan a la vista, o cuando los trabajadores no tienen oído en la sociedad. “¡Pídanme por ella!” – ¿Se hizo escasa la oración para mi ciudad? ¿Cuándo podré orar como un cura viejo lo anotó?: “Señor, aquí estoy delante de ti, en lugar de mi pueblo. Soy todos los niños, a los que se les enseña, soy este pueblo lleno de tribulaciones y penas. Te necesito, escúchame y háblame a mí – por ellos.”
Wilhelm Arning
Salmo 46; Jeremías 29,1-14; Romanos 3,21-28; Mateo 10,26b-33
Agenda Evangélica: Salmo 46,2-12; Deuteronomio 6,4-9; Mateo 5,1-12; Romanos 3,21-28;
(P) Mateo 10,26b-33