Ustedes también estén preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá cuando menos lo esperen.

Lucas 12,40

En tiempos en que nos preocupa que un ladrón se meta en nuestras casas, en tiempos en que quizás ya hayamos sufrido un robo o conocemos a alguien que pasó por la horrible situación de encontrarse de repente con que un ladrón ha irrumpido en su casa, no parece muy feliz que Jesús compare las precauciones que tomamos -¡y muchos ya no saben qué otras precauciones tomar!- para evitar la visita no deseada de un ladrón, con los preparativos que tenemos que hacer para recibir al Hijo del Hombre, es decir, para recibir a Jesús mismo cuando regrese con gran poder y gloria.

Pero hay un punto en que la comparación es pertinente. Hay muchas personas que están tan obsesionadas con la posibilidad de que les roben, que no pueden vivir a pleno ni disfrutar de las cosas que tienen. Y lo que Jesús no quiere, es que la preocupación por estar debidamente preparados y preparadas para su retorno se convierta en una obsesión que tampoco nos deje vivir como él quiere que lo hagamos. Estar preparados y preparadas para recibir a Jesús significa vivir a fondo, afrontar los problemas, arrojar nuestros escudos, hacernos vulnerables, arriesgarnos a creer en otras personas, exponernos a que nos defrauden y a que, sin querer, seamos quienes defraudemos a otras personas. Estar preparados y preparadas para recibir a Jesús significa hacernos cargo de la partecita que nos toca en la construcción de una sociedad que sólo será lo que juntos, juntas le hagamos ser, al ejercitar la imaginación y poner en práctica nuestras más profundas creencias.

Andrés Roberto Albertsen

Lucas 12,35-48

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