Epifanía
Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; luego abrieron sus tesoros y le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Mateo 2, 11
Este versículo nos habla de la respuesta de los magos al encontrar al niño Jesús. Al entrar al sitio, se postraron y lo adoraron. Sus acciones son un testimonio de humildad, reverencia y reconocimiento de la presencia divina en ese pequeño niño.
En nuestras vidas, a menudo buscamos respuestas, significado y orientación. Los magos, en Jesús, encontraron lo que estaban buscando.
La lección aquí es que nuestra búsqueda nunca es en vano. Sin embargo, es necesario tener presente que cuando logramos nuestros objetivos, la respuesta debe ser de humildad y sencillez. Debemos reconocer la presencia divina en nuestras vidas y ofrecer nuestros propios “tesoros”: nuestros dones, nuestro tiempo, nuestro servicio y nuestro amor.
Así como los magos ofrecieron oro, incienso y mirra, nosotros podemos ofrecer nuestro compromiso de servir a Dios en la persona de nuestro prójimo, con amor, justicia y misericordia. Podemos ofrecer nuestras vidas como un acto de adoración a Dios.
En esta Epifanía, recordemos la humildad y la adoración de los magos y busquemos adorar a Dios en todas las áreas de nuestras vidas, reconociendo su presencia en medio de nosotros.
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