Y también son ustedes piedras vivas con las que se construye el Templo espiritual. Ustedes pasan a ser una comunidad de sacerdotes que, por Cristo Jesús, ofrecen sacrificios espirituales y agradables a Dios.
(1ª Pedro 2, 5)
Somos “piedras vivas”, ¡qué hermosa imagen! ¡¿Qué sería de nuestras comunidades, de nuestras iglesias sin los que “siempre están”, las hermanas y hermanos que nunca bajan los brazos?!
Un miembro de nuestra comunidad en la Cordillera de los Andes fue delegado en el consejo distrital. Cada dos meses, los viernes, luego del trabajo, subía al micro para viajar toda la noche. Yo lo esperaba a las 5 de la mañana en la terminal. Luego seguimos viajando en auto otros 500 km hasta el lugar de la reunión distrital. El domingo volvíamos tarde, el hermano subía al micro, viajaba toda la noche para llegar el lunes a horario a su trabajo. Lo hizo durante varios años, nunca se quejó. Ahora, jubilado ya hace unos años, sigue trabajando con alegría, dando un testimonio de su fe.
En cada comunidad hay piedras vivas, unas más pequeñas, otras más grandes, pero cada piedra es importante, cada piedra es una pieza en la obra de construcción del templo espiritual que estamos llamados a construir.
De niño me gustaba jugar con los “lego”, aquellas piedras de plástico, tipo ladrillos. A veces, construyendo un edificio, me faltaban algunas piedras de un determinado tamaño. Entonces, no aflojaba hasta encontrar las piezas e incluso mi mamá o mis hermanos no se salvaban de la búsqueda.
Hoy te quiero preguntar: ¿eres tú la piedra que está faltando?
Reiner Kalmbach