Escúchame ahora, Israel, pueblo de Jacob, mi siervo, mi elegido. Yo soy el Señor, tu creador, que te formó desde antes de nacer y que te ayuda. No temas, Jesurún, pueblo de Jacob, mi siervo, mi elegido, porque voy a hacer que corra agua en el desierto, arroyos en la tierra seca. Yo daré nueva vida a tus descendientes, les enviaré mi bendición.
Isaías 44,1-3
Les invito a que vuelvan a leer el versículo anterior (Isaías 43,28), y veremos al pueblo de Israel destruido. He aquí que, ante esta realidad, en la que les invade el miedo y la desesperación, Dios se manifiesta, le dice a su pueblo que los ha elegido desde antes de nacer, les dice que no tengan miedo. Dios hace una promesa con su pueblo escogido, de estar presente, de dar nueva vida a sus descendientes y enviarles su bendición.
Nosotros también somos herederos de esa promesa, porque él es el único Dios, es el primero y el último; por eso no hay nada que temer. El pueblo y nosotros hemos sido testigos de ello.
He aquí, que el profeta Isaías nos quiere decir que todos, sin excepción, somos elegidos, que Dios estaba, está y estará siempre con todos nosotros enviándonos su bendición, a pesar de estar viviendo rodeados de la violencia, el maltrato, el descuidado de toda la creación. Dios invita a que nos acerquemos a él, porque solamente él podrá restaurar nuestra vida y la de los demás.
Quiera Dios que estemos siempre dispuestos a seguirlo a pesar de las dificultades que tengamos ahora y por las que han de venir.
No tengas miedo si el camino es duro, hay quien te guarda siempre con amor. Él te defiende cual seguro escudo y te acompaña siempre en el dolor (Canto y Fe N° 204).
Que así sea.
Rufina Rapp
Isaías 44,1-8