Pedro entonces comenzó a hablar, y dijo: “Ahora entiendo que de veras Dios no hace diferencia entre una persona y otra, son que en cualquier nación acepta a los que lo reverencian y hacen lo bueno”.
Hechos 10,34-35

El apóstol Pedro, así como nosotros y nosotras, había recibido la misión de proclamar el evangelio. Él tenía que proclamar el evangelio a las personas no judías, al mundo pagano. En esta misión en casa de Cornelio, Pedro afirma: “Ahora entiendo que de veras Dios no hace acepción de personas…”. La afirmación de Pedro nos indica que Dios no hace diferencia entre una persona y otra, sino que nos abraza a todos y todas en su amor.
Qué importante es tener presente este descubrimiento de Pedro en nuestra misión de proclamar el evangelio en este tiempo en que nos encontramos con discursos teológicos que afirman todo lo contrario, que en nombre de Dios hacen diferencias entre las personas, discriminan y las excluyen del amor de Dios. Podemos tener diferentes maneras de vivir nuestra fe, pero nuestra doctrina, nuestro modo de leer la palabra de Dios no puede llevarnos a separarnos y a excluir a nuestro prójimo de la gracia de Dios.
Dios no hace acepción. Todas y todos somos creados a imagen y semejanza de Él. Cuando negamos esta dignidad e ignoramos la afirmación del apóstol Pablo, corremos el riesgo de proclamar nuestra propia verdad y no la verdad del evangelio de Cristo.
Que Dios nos ayude a comprender como Pedro, que su amor y gracia es para todas personas, sin acepción; y que nuestro testimonio en el mundo sea evidenciar que Dios nos ama y acepta, sin hacer diferencias. Amén.

Izani Bruch
Hechos 10,34-43

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