Pues con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se reconoce a Jesucristo para alcanzar la salvación. No hay diferencia entre los judíos y los no judíos; pues el mismo Señor es Señor de todos, y da con abundancia a todos los que lo invocan.
Romanos 10,10.12
“La larga lucha del fútbol contra el racismo”, así titulaba un prestigioso periódico español hace poco tiempo, refiriéndose a este problema recurrente. A pesar de tantas campañas para erradicar la discriminación en el fútbol y en distintos ámbitos de la sociedad, esta sigue ocurriendo. Es muy fuerte el impulso del ser humano por despreciar al que es distinto o piensa diferente. Pablo, cuando escribía a los Romanos, les hacía notar que nuestro Dios no hace distinción o diferenciación entre las personas. Ante Dios, todos somos iguales y con las mismas oportunidades. Su amor es para toda criatura que lo honre y reconozca que Jesús es el único Señor y salvador. Toda criatura que respira es porque goza del favor de Dios.
Veo a la humanidad como un jardín, donde hay flores con diferentes colores, formas y fragancias. Así también, Dios ha permitido la diversidad de dones, capacidades, talentos y razas de sus criaturas para embellecer su creación, para que todos podamos enriquecernos en el contacto y trato entre unos y otros.
Somos todas bellas flores plantadas en el jardín de nuestro eterno creador para que podamos vivir y desarrollar nuestros dones de la mejor manera posible. Y todos, en un mismo sentir, podamos dar gloria, honor y alabanza al único dueño del jardín, nuestro Dios, quien nos regaló salvación eterna en Cristo Jesús.
Fabián Pagel