Para esto los llamó Dios por medio del evangelio que nosotros anunciamos: para que lleguen a tener parte en la gloria de nuestro Señor Jesucristo.
2 Tesalonicenses 2,14
A menudo buscamos pertenecer a algo. Sentirnos parte de un grupo, un lugar o una idea nos tranquiliza, nos da seguridad y paz mental. Aunque el ritmo de la sociedad nos aleje (y veamos menos a quienes queremos), cuando necesitamos ayuda, buscamos a otras personas, buscamos la compañía de Dios. Y es muy importante poder hablar y desahogarnos cuando todo parece oscuro.
En los grupos de autoayuda (por ejemplo, Alcohólicos Anónimos), las personas que asisten se fortalecen porque enfrentan desafíos similares. Mediante el apoyo mutuo, crean una red para valorar cada día de lucha y reforzar buenos hábitos. Nadie debe juzgar ni criticar allí, porque el espacio es de comprensión y ayuda.
Algo parecido ocurrió cuando una mujer (madre de un joven con discapacidad) dijo: “Varias mujeres ya hablaron conmigo y preguntaron cosas sobre cómo cuidar a sus hijos con la misma discapacidad, porque no saben qué hacer y qué esperar, porque tenían miedo”. Así, algunas madres encontraron en ella una referencia y vieron que no estaban solas, sino que eran parte de un grupo y que, si necesitaban, podían pedir ayuda y la tendrían.
Ser parte de la gloria de nuestro Señor Jesús es estar unidos a Él cuando pasamos por la necesidad, donde sentimos que Él se hace muy presente en la comunidad de dos o tres, usándonos. Su gloria victoriosa nos trae calma. Pero también es elegir la compañía de su fortaleza, de andar bajo su protección en todo tiempo. A la superación, a la victoria, a su gloria; para esto nos llamó Dios por medio del evangelio que nos anunciaron.
Jhonatan Schubert