Sábado 9 de noviembre


Si ése fuera el caso, Cristo habría tenido que morir muchas veces desde la creación del mundo. Pero el hecho es que ahora, en el final de los tiempos, Cristo ha aparecido una sola vez y para siempre, ofreciéndose a sí mismo en sacrificio para quitar el pecado.

Hebreos 9,26

En muchas de nuestras familias, hemos escuchado a nuestros adultos mayores, padres, madres, abuelos, abuelas, decir que en la vida es importante hacer sacrificios. Esta expresión es un consejo que resalta el valor del esfuerzo como una parte necesaria para el crecimiento y desarrollo personal.
Solo que en lugar de usar la palabra “mérito”, se ha empleado siempre la palabra “sacrificio”, que en mi opinión, es una palabra bastante intensa si analizamos su significado real. No obstante, la palabra “sacrificio” realmente refleja la realidad de nuestra sociedad. Vemos cómo las familias hacen sacrificios para llegar a fin de mes y pagar las cuentas, y los padres hacen lo imposible para brindar educación a sus hijos. Estas son algunas de las prácticas que demuestran que vivimos en una sociedad donde el sacrificio es una constante.
Los líderes de nuestros países suelen repetir la frase “debemos hacer sacrificios”. Nuestra sociedad funciona siguiendo la lógica del sacrificio, sin embargo, Dios envió a Jesús al mundo para cambiar esta realidad. Jesús se ofreció a sí mismo una única vez y para siempre como el último sacrificio, con el propósito de que no tengamos que vivir esa triste realidad diariamente en nuestra relación con Dios.
Él amor de Dios, no busca mérito alguno, no pide sacrificios, es gracia divina. Queridos hermanos y hermanas, que el Espíritu Santo nos ayude a entender y a confiar en la obra salvadora de nuestro Señor Jesús. Amen.

Raúl Müller

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