Se colocó una «baldosa por la memoria» en homenaje a una joven evangélica asesinada por la dictadura

 

Acto de colocación de una baldosa en memoria de Silvia Wollert, una IERPina estudiante de trabajo social, desaparecida y asesinada por la última dictadura cívico militar argentina. Foto: Darío Dorsch

PARANA/Argentina | IERPcomunica – Con la presencia de unas cincuenta personas, este jueves 28 de marzo fue colocada una «Baldosa por la memoria» en la entrada del edificio de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad de Entre Ríos (UNER) en homenaje a Silvia Wollert, una joven laica de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata (IERP) muy comprometida con la búsqueda de la justicia y la construcción de una sociedad más justa en la década de 1970. La actividad fue organizada en conjunto entre el Registro Único de la Verdad y la propia UNER, en el marco de mes de la memoria.

Silvia Wollert había sido muerta junto a Norma Meurzet el 24 de marzo de 1977, en vísperas de una visita del dictador Jorge Rafael Videla a Santa Fe para festejar el primer aniversario del golpe. «Sus nombres reflejan hoy lo más perverso de la dictadura: los jefes militares siempre supieron quiénes eran aquellas veinteañeras, pero ocultaron esa información a sus familias», señaló en 1999 el investigador Juan Carlos Tizziani. Sus cuerpos habían sido enviados al Policlínico Ferroviario, donde estuvieron en la morgue durante una semana y luego fueron enterrados como NN en el Cementerio Municipal, donde permanecieron más de veintidós años. Sus restos fueron finalmente encontrados en 1999 y sepultados en Oro Verde, localidad donde residía su familia.

La Pastora Marisa Hunzicker, que en ese momento trabajaba en Paraná y acompañó a la familia en el sepelio de Silvia, que recién pudo realizarse veintidós años después su muerte, recordó que «para los padres y la hermana fue muy fuerte y muy profundo desde lo más íntimo… un momento de muchas lágrimas y por fin poder despedirse». Además contó que durante el cortejo fúnebre, varias personas gritaban «victoria», «nunca más» y que «era todo muy fuerte», e indicó que al terminar el servicio religioso, algunos de los sobrevivientes de la dictadura pidieron para hablar, relatando «vivencias terribles de cómo habían sido torturados, incluso algunos que habían estado esa noche cuando Silvia desapareció». Sobre la tarea que le tocó, Hunzicker dijo que acompañar ese momento fue una posibilidad que le dio Dios «de seguir creciendo en recuperar la voz de los que fueron silenciados y sentir que esas lágrimas del mamá, el papá y la hermana fueron finalmente visibilizadas», en un contexto en el que mucho tiempo la propia madre de Silvia «tuvo que llorar escondida y que ahí, por fin pudo hacerlo acompañada». «Fue la oportunidad de devolver un poquito de dignidad, a lo que para nada fue digno», concluyó.

Silvia Wollert tenía 22 años, era oriunda de la Colonia Ensayo, cerca de la ciudad de Paraná, donde había ingresado a la universidad para formarse como Trabajadora Social. Su familia era de origen ruso-alemán y formaba parte de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata. Era una joven delgada, usaba anteojos y quienes la conocieron coinciden en describirla como «muy agradable y cálida». Actualmente existe ahora una biblioteca y un centro de documentación llamado «Alumna Silvia Wollert» en la Universidad Nacional de Entre Ríos, entre otros reconocimientos a su lucha y memoria.

«Siempre que la facultad trabaja en relación al nombre de Silvia Wollert, se llena de emotividad y si bien las nuevas generaciones ya no la han conocido, queda siempre en el corazón de cada uno nosotras la idea de lo que ella significó», declaró Carmen Lera, Vicedecana de la Facultad de Trabajo Social de la UNER. «Uno lo piensa en las futuras generaciones, en el sentido de una persona que dejó todo de sí para pensar en la posibilidad de la construcción de un hombre nuevo y de un mundo distinto, además de haber puesto toda su energía, su garra y su lucha en ello, es altamente valorable en una donde el neoliberalismo que cada día embiste más, genera sujeto competitivo, individualismo». En ese contexto, recalcó que «apelar a lo que es Silvia y los 30 mil desparecidos es una forma de resistencia frente a un mundo cada vez más excluyente… es oxigenante traer la memoria de Silvia y de los 30 mil desaparecidos», finalizó

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