Sermón sobre Lucas 7: 36 – 39, por Eugenio Albrecht

Hoy les quiero presentar un acertijo.

Recuerden que no hay trampas, no hay cosas escondidas, todo está a la vista. Algo más: si no conoce el ejemplo, permítanme una sugerencia. Traten de pensarlo solo porque vale la pena, en particular, porque demuestra lo que creemos realmente y lo que muchas veces tenemos internalizado y naturalizado.

Antonio, padre de Roberto, un niño de 8 años, salió manejando desde su casa en la Ciudad de Buenos Aires y se dirigía rumbo a Mar del Plata. Roberto, va con él. En el camino se produce un terrible accidente. Un camión, que venía de frente, se sale de su sector de la autopista y choca de frente al auto de Antonio.

El impacto mata instantáneamente a Antonio, pero Roberto (el niño) sigue con vida. Una ambulancia de la Municipalidad de Dolores llega casi de inmediato y el niño es trasladado al hospital.

Ni bien llega, los médicos de la guardia comienzan a tratar al nene con mucha dedicación pero, luego de charlar entre ellos y estabilizarle las condiciones vitales, deciden que no pueden resolver el problema de Roberto. Necesitan consultar. Además, advierten que era muy riesgoso trasladar al niño. Por eso, deciden dejarlo internado allí, en Dolores.

Luego de las consultas pertinentes, se comunican con el Hospital de Niños de la Capital y finalmente conversan con una eminencia en el tema, a quien ponen en conocimiento de lo ocurrido. Como todos concuerdan que lo mejor es dejar al niño en Dolores, la eminencia decide viajar directamente desde Buenos Aires hacia allá. Cuando llegó, los médicos del lugar le presentaron el caso y esperaron ansiosos su opinión.

Finalmente, uno de ellos fue el primero en hablar:

“¿Está usted en condiciones de tratar al nene?”, pregunta con un hilo de voz.

Y obtiene la siguiente respuesta de la eminencia:

– “¿Cómo no lo voy a tratar si es mi hijo?”.

Hasta aquí, la historia. Está en cada uno de nosotros tratar de pensar una manera de que tenga sentido.

Quiero agregar algunos datos:

a) Antonio, el que falleció en el accidente, no es el padrastro.
b) Antonio no es cura, sino que realmente el padre.

Lo notable de este problema es lo sencillo de la respuesta. Peor aún: ni bien les diga la respuesta ustedes se van a preguntar ¿cómo puede ser posible que no se me hubiera ocurrido antes?.

La solución es que la eminencia de la que se habla, es la madre.

Durante el desarrollo del acertijo nunca se hace mención al sexo de la eminencia. En ninguna parte. Pero nosotros tenemos tan internalizado que las eminencias tienen que ser hombres que no podemos pensarla una mujer.

Y esto va mucho más allá de que puestos ante la disyuntiva explícita de decidir si una eminencia puede o no puede ser una mujer, creo que ninguno de nosotros dudaría en aceptar la posibilidad tanto en una mujer como en un hombre. Sin embargo, en este caso, falla.

(acertijo tomado de la Contratapa del Diario Página 12 del viernes 18 de agosto de 2006, escrito por Adrian Paenza
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-71599-2006-08-18.html)

En este caso vemos a Jesús acercándose una vez más a una mujer. Podemos imaginar la provocación que esto habrá significado para su época, en la cual las mujeres no valían por si mismas, sino por lo que valían a partir de sus esposos.

Jesús acepta a la mujer y le permite que se acerque a él, porque no rechaza a nadie por su condición, en principio porque él mismo es rechazado en muchas oportunidades.

Jesús se acerca a una pecadora y eso fue motivo de escándalo.

La actitud que molestó a los fariseos fue el hecho de que ella derramó un frasco de perfume muy caro, no porque ellos lo hubieran querido repartir a los pobres como se cuenta esta misma situación en otro Evangelio, sino porque son mezquinos y porque no soportan que una mujer les haya dado una lección de entrega y de profundo amor a Dios.

Esa actitud de los que mezquinan y menosprecian el perfume de la mujer me hace acordar la actitud de alguna gente que mezquina para la Iglesia y siempre están midiendo. Miden cuando ponen en la ofrenda (miran a ver si ponen el billete de dos o el de cinco pesos), miden cuando dan de aporte y cuánto le cuesta la Iglesia por año, miden sus dones y como si fuera que la Iglesia fuera un gasto. Lo que esa gente no se da cuenta es que lo que reciben de Dios es mucho más que todo lo anterior, que se lo pasan midiendo. Tener una comunidad y tener una congregación nos debe hacer valorar nuestros dones como un perfume y si es necesario, echarlos a los pies de Jesús. Ese es el único modo de que la Iglesia florezca y crezca.

La mujer no fue mezquina y eso es lo que debe quedarnos como una gran enseñanza hoy. Si somos mezquinos, siempre cosecharemos mezquindad. No hay otra oportunidad.

Así como ocurre con nosotros, que no siempre podemos considerar que una mujer sea una eminencia; la mujer, que no era tenida en cuenta en la sociedad de Jesús, fue la que no quiso medir el valor de lo que daba y ofrecía a Dios y echó el frasco entero a los pies de Jesús y no se guardó nada. Eso quiere decir que confió plenamente. Ese es finalmente el mensaje más fuerte que nos queda: que podamos romper el frasco de los dones en los pies de Jesús.

Todos nosotros, los que formamos parte de esta Congregación, tenemos cosas importantes para hacer. Somos valiosos. Tan valiosos como un frasco de costoso perfume. Hombres y mujeres tenemos una misma oportunidad y responsabilidad de sostener la Iglesia y ser parte de ella. Tenemos también el frasco de perfume en nuestras manos, que son nuestros dones. Pero si los guardamos solo para nosotros nos perdemos la parte más linda de ser Iglesia, que es la oportunidad de compartir con los demás sin egoísmo ni mala gana y por lo tanto también nos perdemos la oportunidad de vivir las cosas de Dios para nuestras vidas.

Eugenio Albrecht

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