Sermón sobre Mateo 3: 1-12, por Marcos Abbott

 

El Precursor de Jesús

La religión es la gran legitimadora. En nombre de Dios se ha hecho todo tipo de cosa, desde la más sublime hasta la más cruel y horrorosa. Si Dios está a tu lado, ¿quién puede oponerse?

Pero cuando una religión está tan arraigada y tan extendida que es prácticamente la única religión reconocida para legitimar las cosas, crea un problema. Crea un problema porque el opresor y el oprimido tienen que acudir al mismo Dios y a la misma religión para legitimar sus respectivas posturas.

Pongo un ejemplo actual. Cuando la gran empresa energética Enron declaró la bancarrota debido a sus actividades fraudulentas, los empleados perdieron sus pensiones y los inversionistas su dinero. Tengo un primo que era inversionista en Enron y me dijo que el papel de las acciones le servían como papel higiénico y poco más.

Cuando el presidente de la empresa, quien había recibido bonificaciones multimillonarias, acudió al juicio por fraude fue acompañado por su pastor evangélico. No dudo que necesitaba atención pastoral, pero el pastor estaba allí también para dar cierta legitimación a él.

Seguramente muchos de los empleados que perdieron sus pensiones oraron a Dios pidiéndole ayuda y acompañamiento en medio la crisis. Se encomendaron a la justicia definitiva de Dios frente a la gran injusticia sufrida, y menos mal, porque la justicia terrenal les ha dado prácticamente nada.

Cuando Juan el Bautista aparece en el desierto de Judea, está respondiendo a una crisis nacional y espiritual muy profunda. Israel está bajo dominio del imperio romano, y los líderes judíos se mantienen en sus puestos por pagar tributo a Roma. La economía de subsistencia basada en las tierras ancestrales ya no es suficiente para el sistema imperial. Hay que subsistir y pagar impuestos adicionales, tributo imperial e impuesto del Templo en Jerusalén–el impuesto religioso.

Como las tierras trabajadas de forma tradicional no rendían para pagar los impuestos y abastecer las necesidades de la familia extendida, la gente entraba en deuda y terminaron perdiendo sus tierras. Los ricos acumulaban más tierras, y la gente desterrada se convirtieron en jornaleros.

¿Puedes imaginar el resentimiento que provoca trabajar en tus tierras ancestrales para un dueño que ni vive en la región y que te paga una miseria? ¡Y encima viene el representante del Templo y quiere cobrarte el impuesto religioso!

Juan el Bautista es una voz clamando en el desierto en medio de esta situación de crisis profunda. Es una crisis económica, social y política, pero en su raíz es una crisis espiritual. Juan percibe esta raíz y se siente enviado por Dios para dirigirse principalmente a la causa y no a los síntomas.

Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado (3.2).

¿Arrepentirse de qué, con la esperanza de qué? ¿De qué pecados tienen que arrepentirse? ¿Y qué les espera al otro lado del arrepentimiento? ¿Qué beneficio hay?

Depende de que sector social vienes. El texto nos presenta dos capas sociales: el pueblo llano y los líderes religiosos de Jerusalén. El pueblo llano es víctima de gran manera. Los dirigentes de Israel están bajo el dominio de los romanos y toman medidas conforme a sus intereses. Por ejemplo, Herodes el Grande hizo grandes proyectos de construcción a pesar de la presión fiscal adicional que esto representaba.

Es curioso que los que responden a Juan el Bautista en general son del pueblo llano, y ellos tienen un sentido de pecado y se someten al bautismo de arrepentimiento. Probablemente creían que su respuesta positiva al mensaje les traería beneficios con la venida del reino de Dios. Con la venida del reino viene la justicia, la restauración de sus tierras ancestrales, la expulsión de los romanos y una limpieza de la clase dirigente.

Los fariseos y Saduceos ven la venida del reino de Dios a través de otra óptica. No se puede saber con certeza, pero sospecho que buscaban legitimar sus posiciones de privilegio y poder aun más. Con la venida del reino Dios les quita a los romanos de encima y les establece a ellos, no como mediadores del poder sino como dirigentes directos.

Hay algo que tienen en común el pueblo llano y los líderes religiosos en relación al mensaje de Juan el Bautista. Lo que hacen como individuos tiene un impacto más allá de sus vidas como individuos. Lo que hacen como individuos repercute en la sociedad y aun más allá. No se puede desconectar mi vida del mundo que me rodea. Lo que hago como individuo, no importa la capa social, tiene impacto en la sociedad.

A esto tengo que añadir mi responsabilidad ante Dios. Las decisiones que tomo y las acciones que hago están en relación también con mi responsabilidad ante Dios. Por tanto, Dios, el individuo, la sociedad y el mundo están vinculados. Hay una conexión entre lo que hago y la sociedad, el mundo y Dios.

Los intereses que mueven el pueblo llano y la clase dirigente pueden ser diferentes, pero los dos tienen que actuar en relación con Dios y con responsabilidad. Nuestra relación con Dios está conectada con la realidad humana y social, y no es asunto privado, ni individualista, ni partidista.

Cuando los fariseos y saduceos vinieron a verle, Juan les critica fuertemente y les exhorta:

«Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento» (3,8).

El arrepentimiento de Juan no ofrece el perdón del quitamanchas, no sirve principalmente para tranquilizar la conciencia. Produce frutos que tienen impacto personal y social. Juan nos llama a aceptar la responsabilidad, sea cual sea nuestro estatus socioeconómico.

Si viniese Juan el Bautista a la sociedad europea hoy, ¿cuáles serían los ejemplos de frutos del arrepentimiento? Yo puedo imaginar que nos llamaría a la responsabilidad social en cuanto al consumo. No buscaría un estilo de vida lujoso basado en un nivel alto de consumo, y probablemente estaría entusiasmado con el comercio justo.

Mis hijos son fanáticos con el reciclaje. Los jóvenes son mucho más conscientes del medio ambiente y el impacto ecológico de las cosas. Para mí cabe perfectamente bien con el mensaje de responsabilidad del Bautista. También puedo ver a Juan participando en una u otra ONG que respondan a dificultades sociales.

¿Qué diría al dirigente de la empresa energética Enron, o a los bancarios y los políticos que provocaron la crisis económica mundial debido a sus prácticas deshonestas y antisociales?

Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?

La religión es la gran legitimadora. Uso mi perspectiva de fe para legitimar lo mío y criticar al otro. Y el otro usa su perspectiva para legitimarse y para criticarme a mí. El mensaje de Juan el Bautista es que tanto el uno como el otro tenemos que responder ante Dios, y ante el prójimo. No podemos separar lo personal de lo social y de lo espiritual. Están íntimamente conectados.

A la luz de esta comprensión, necesitamos pensar nuevamente sobre los motivos de nuestro arrepentimiento. Tradicionalmente hemos confesado pecados personales, que aparentemente afectan nuestra vida espiritual. Pero Juan nos hace ver la interconexión de las cosas; por tanto, ahora tenemos que reconocer las dimensiones sociales y ecológicas de nuestro pecado y no sólo la dimensión personal.

De esta manera, con este tipo de arrepentimiento que se expresa con hechos, preparamos el camino para la llegada de Jesús el Señor.

Marcos Abbott

Fuente: http://www.predigten.uni-goettingen.de/

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