El pasado 17 de mayo se realizó un significativo Taller Distrital de Mujeres de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata (IERP) en la localidad de Jardín América, Misiones, bajo el lema «Habitando la soledad: un encuentro entre nosotras». La jornada convocó a mujeres de distintas congregaciones del Distrito Misiones, quienes compartieron un espacio de reflexión, escucha y contención.
Durante la mañana, las psicólogas Maricel Lugones y Desirée Wiedemann acompañaron el desarrollo del taller, proponiendo una mirada profunda sobre la experiencia de la soledad, entendida no solo como ausencia física, sino también como desconexión emocional o espiritual. Se abordó cómo esta puede vivirse tanto de forma voluntaria, como en decisiones personales, o de manera involuntaria, frente a pérdidas o cambios de vida.
Las participantes reflexionaron sobre los factores de riesgo que profundizan el aislamiento —como los mandatos familiares, sociales y culturales— y también sobre los factores de protección que ayudan a enfrentar estos momentos: los vínculos personales, la espiritualidad, y los espacios de comunidad que permiten la autoaceptación, el cuidado mutuo y la apertura a nuevas posibilidades.
Por la tarde, se desarrolló una dinámica de trabajo comunitario a partir de diferentes textos bíblicos, abordando tanto el valor positivo de ciertos momentos de soledad, como también aquellas formas de soledad voluntaria o involuntaria que provocan sufrimiento. Desde allí se hizo hincapié en la necesidad de estar atentos como comunidad de fe para acompañar especialmente cuando la soledad se vuelve negativa. Se reflexionó sobre la experiencia de Job, cuya soledad fue agravada por las actitudes de sus amigos ante el dolor, y sobre Jesús, quien ante la enfermedad, la pobreza, la muerte y el abandono, se acerca con compasión a las personas solas. También se reconoció que el mismo Jesús experimentó la soledad en su camino hacia la cruz, marcada por el abandono, la traición y la incomprensión. Estas meditaciones subrayaron el llamado cristiano a formar comunidad, contrarrestando el aislamiento con relaciones genuinas y comprometidas.
Además, se compartió una crítica al contexto actual, marcado por un fuerte individualismo y identificado como un “boom del narcisismo”, que lleva a una soledad extremadamente individualista y conformista, en contraposición con los valores comunitarios del Evangelio. Se destacó el llamado a ser cuerpo, más allá del individualismo, y a sostenerse mutuamente en comunidad.
Como gesto final del encuentro, cada mujer escribió un mensaje de aliento para otra participante, llevándose a casa una palabra escrita por alguien más. Un pequeño recuerdo cargado de esperanza, para sostenerse en los días difíciles y seguir habitando juntas, con fe y sororidad, los distintos caminos de la vida.