Viernes 10 de enero

 

Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén supieron que los de Samaria habían aceptado el mensaje de Dios, mandaron allá a Pedro y a Juan.

 

Hechos 8,14

 

Muchas de nuestras congregaciones y comunidades, a las que pertenecemos como miembros de la iglesia, se encuentran en procesos de cambio. Los modelos de atención pastoral, las formas en las que desarrollamos la vida comunitaria y las propuestas que tenemos como congregaciones están en tiempos de transición porque la sociedad entera está cambiando rápidamente, también en términos de sus necesidades y expectativas religiosas. Esto puede tener resultados muy positivos, pero también, a veces, se traduce en disminución de membresía y menor parti-cipación en la vida comunitaria. Este proceso puede ser frustrante y triste, porque todos y todas ponemos mucho esfuerzo y cariño en lo que hacemos. Frente a esta situación, es importante replantearse siempre la pregunta acerca de a dónde Dios nos llama. La iglesia es de Dios y el plan de salvación es de Dios. Estamos sostenidos en sus manos y en su gracia. Fortalecidos y animados en ello, podemos discernir juntos y juntas a dónde Dios nos está llamando.
En el relato del libro de Hechos, que se da en un contexto muy complejo de persecución a las y los cristianos, los discípulos salen de Jerusalén para anunciar la buena nueva de Jesucristo en Samaria, un lugar que generalmente era bastante despreciado. Sin embargo, allí la Buena Nueva es recibida; la gente espera con ansias las señales milagrosas y el Evangelio. Muchos se convierten a Cristo en ese tiempo. Los apóstoles se dieron cuenta de que el mensaje de Salvación, en ese momento, debía ser anunciado en un lugar distinto.
Dios nuestro, abre nuestros corazones y nuestras mentes para comprender hacia dónde tú nos estás llamando.

 

Sonia Skupch

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