Comprendieron que esta obra se había llevado a cabo con la ayuda de nuestro Dios.

Nehemías 6,16b

Hace mucho tiempo atrás, de cara a una decisión existencialmente importante que debía tomar, recurrí a uno de mis consejeros espirituales de aquel entonces para consultar si lo que estaba por hacer era lo correcto. Él, con mucha sabiduría, me respondió: “Si estás verdaderamente convencida de que lo que estás por hacer es lo que Dios quiere para tu vida, debes hacerlo. Pero si tu proyecto es el producto circunstancial de un capricho personal, no lo hagas.”

Nehemías no hizo nada sin consultar a Dios. En oración le pidió orientación. Antes de cada decisión se encomendó a Su voluntad. Tan convencido estaba de que el proyecto de volver a la tierra de sus antepasados para reconstruir la muralla de Jerusalén respondía a lo que Dios deseaba para su pueblo que no solamente logró con eficiencia y energía concretar su cometido sino que con altura y admirable capacidad supo detectar y hacer frente a los intentos de sus adversarios de hacerle daño.

No siempre es fácil descubrir lo que Dios quiere para nuestras vidas. Nuestra capacidad de discernimiento puede estar sensiblemente perturbada por un sinfín de condicionantes. Tampoco es fácil responder en fidelidad a lo que sentimos que Dios nos pide. Sobre todo cuando el seguimiento a Su llamado nos expone a situaciones adversas para las cuales creemos no estar preparados, o cuando aquello a lo cual Dios nos llama es contrario a nuestros deseos personales, rápidamente solemos descartar lo que Dios nos dice.

¡Qué difícil es! Quiera Dios enseñarnos a escucharlo. Y ayudarnos a responderle.

Dichosos… quienes escuchan lo que Dios dice, y le obedecen. (Lucas 11,28)

Annedore Venhaus Nehemías 6,1-7,3

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