Viernes 11 de julio

 

Siempre que oramos por ustedes damos gracias a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Pues hemos recibido noticias de su fe en Cristo Jesús y del amor que tienen a todo el pueblo santo, animados por la esperanza de lo que a ustedes se les ha reservado en el cielo.

 

Colosenses 1,3-5

 

¿Qué tan agradecidos somos con nuestro entorno? ¿Somos agradecidos con quien nos dio todo? ¿Somos capaces de valorar y reconocer como bendición lo que para nosotros es normal: poder ver, escuchar, levantarnos, vivir un día más? ¿Vemos al Padre en cada paso que damos y somos capaces de agradecer a diario por cada regalo recibido por su gracia, por su gran amor?
Una invitación, un recordatorio a dar gracias, y qué bien se siente escuchar un “gracias” de una persona a la cual hemos ayudado o tendido una mano en un momento difícil. Ese hecho tan sencillo es un momento especial tanto para quien da las gracias (porque es capaz de reconocer al otro) como para quien recibe la gratitud (porque su acción fue reconocida). Un gesto tan sencillo, pero a la vez con un impacto fortalecedor, reparador, renovador, transformador. Un “gracias” construye lazos, construye comunidad.
Señor, hoy queremos darte gracias por estar en absolutamente todo lo que nos rodea. Gracias por las cosas buenas y las no tan buenas también, gracias por lo que vemos y por lo que no vemos también, gracias por pintar nuestros días con tan bonitos colores y gracias por tu abrigo y protección. Permítenos ser agradecidos y ser forjadores de la comunidad cristiana que nos invitas a construir.

 

Iris A. Reckziegel

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