Y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.
Filipenses 4,7

Siempre he admirado a las personas que en tiempos muy difíciles logran mantener la serenidad y la paz en sus corazones y sus vidas. Personas que en tiempos de gran aflicción no pierden la templanza, mujeres y hombres que han pasado por la pérdida de un hijo o hija y logran transformar ese dolor en una fuerza esperanzadora para otros, madres y padres de familia que pierden sus fuentes de ingresos y lograr armarse nuevamente. En la vida una y otra vez nos encontramos con personas que son ejemplos de fortaleza, resiliencia, esperanza y paz en el corazón.
Al leer este versículo es importante también leer el versículo anterior en el cual el apóstol Pablo escribe: “No se aflijan por nada sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle, y denle gracias también”. Al vincular estos dos versículos entre sí observamos la estrecha relación que existe entre la paz de Dios que guarda nuestros corazones y pensamientos, la vida de oración y la gratitud. Efectivamente, el poder entregarse en oración a Dios, reconociendo con gratitud el obrar de la gracia de Dios en nuestras vidas y la de nuestro mundo, nos lleva a una de las principales virtudes cristianas que es la de vivir en paz en nuestros corazones y nuestras mentes, con esa paz que solamente Dios nos puede dar.
Queridas lectoras, queridos lectores: nutramos nuestra vida en la oración, aferrémonos a lo bueno, reconozcamos con gratitud que Dios es fuente de misericordia y bondad y en humildad estemos dispuestos a ser una luz en el camino para otros y otras. De esa manera, entregándonos a Cristo, la paz inundará nuestros corazones y nuestros pensamientos.

Sonia Skupch

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