Alabemos al Dios y Padre de nuestro señor Jesucristo, que por su gran misericordia nos ha hecho nacer de nuevo por la resurrección de Jesucristo. Esto nos da una esperanza viva.
1 Pedro 1,3
Dice un refrán popular que la esperanza es lo último que se pierde. La esperanza de saber que no todo está perdido, de que siempre hay una salida y de que es posible comenzar de nuevo, es lo que nos sostiene aún en medio de las adversidades.
No es casualidad que la esperanza, junto con la fe y el amor, sean esos pilares o virtudes que nos acompañan en nuestro caminar como cristianos.
Mirando a nuestro alrededor hay miles de razones para desistir, abandonar. Ver de repente como nuestros sueños son arrebatados o nuestros planes frustrados, nos quitan el entusiasmo y el deseo de seguir confiando y planificando.
Pero la esperanza viva no solo sostiene nuestro presente, a veces precario; sino que nos proyecta hacia un futuro prometedor de cambios y transformaciones.
Y saber que gracias a la resurrección de Jesús, Dios nos ha hecho nacer de nuevo, llena nuestra vida de sentido y razón de ser. Es decir, llena nuestra vida de esperanza.
El nacer de nuevo significa haber hecho un cambio radical y decisivo como seguidor/a de Cristo. Significa ya no vivir absorbidos por los problemas, enredados en conflictos o aplastados por las pruebas.
Significa renacer a una vida plena, una vida de amor y de victoria. Una vida llena de esperanza que te eleva, te perfecciona y te capacita para andar en la verdad y en la justicia. Una vida de poder y de buen juicio que te lleva a enfrentar cualquier desafío con firmeza, pero también templanza. Amén.
“La esperanza es pobre y frágil, va sin carga y nada guarda. La esperanza es indefensa, va sin armas y libre anda. En Jesús está su fuerza, en sus pasos, sus palabras”. (Nº 227 Canto y Fe)
Stella Maris Frizs
1 Pedro 1,3-5