Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
Romanos 8,8

Me quedo mirando una vidriera. Miro cada una de las cosas como si fueran interesantes. Las miro como si me gustaran. Juego a imaginarme qué haría con eso. Si fueran prendas, cómo me quedarían en una fiesta o haciendo deportes. Si fueran objetos, me imagino eso en una estantería o en la mesa de casa. Si fuera un alimento, me imagino una comida compartida con amigos o una reunión familiar.
Las cosas sueltas son cosas nomás. Las cosas, para tener sentido, necesitan que pase algo alrededor de ellas. ¿Qué es una mesa con cuatro sillas en una mueblería sin cuatro personas jugando a las cartas y disfrutando de un encuentro un sábado por la tarde con una ronda de gente alrededor animando el juego?
Es como que la vida es eso que pasa cuando las cosas dejan de tener sentido en sí mismas porque el sentido está en todo lo que pasa alrededor. La vida es vida en el espíritu. Como la carne que tenemos que cocinarla con verduras para que podamos compartirla y sirva de alimento, así también para que la vida tenga sentido tenemos que compartirla al servicio de la creación, para que sirva a la gloria de Dios. ¿Cuántas de las cosas que tenemos en casa son realmente parte de nuestra vida?
Señor, que nuestra vida sea cual una quena simple y recta, para que tú puedas llenarla, llenarla con tu música. (Canto y Fe N° 295)

Jorge Weishein

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