Y estos días serían recordados y celebrados por todas las generaciones, familias, provincias y ciudades. Los días de ‘purim’ no dejarían de ser observados por los judíos, ni sus descendientes dejarían jamás de celebrarlos.

Ester 9,28

Celebrar… Seguro que, al igual que a mí, esta palabra te lleva a pensar en un motivo de alegría. Pero celebrar es mucho más que eso. Es prepararnos para expresar esa alegría a través de un evento especial, una fiesta o un banquete.
No se trata de una alegría pasajera. Precisamente por eso uno de los sinónimos de “celebrar” es “conmemorar”.
Es lo que vemos en el relato de la Escritura del día de hoy. Días que debían ser observados por el pueblo para celebrar y no por un tiempo limitado sino que debía ser transmitido a las generaciones venideras.
En el marco de nuestras celebraciones, sucede algo parecido en los cultos de acción de gracias. Es una fecha especial que se anuncia con tiempo para agradecer al Señor por todo lo que nos da.
Forma parte de nuestra tradición. Nos fue legado por quienes nos antecedieron en el camino de la fe. ¡Y qué lindo es ver nuestros altares adornados con los frutos que la tierra nos da! Es una verdadera fiesta que se hace más plena en el momento en que nos acercamos para compartir el banquete por excelencia: la santa cena.
Plenitud que se transforma en bella melodía cuando cantamos juntos: “Te damos gracias, Padre omnipotente, por el pan y el vino que en la mesa están, son las ofrendas de nuestro trabajo, son virtud y gracia para celebrar. Que el compartir la mesa en unión, que el disfrutar de esta comunión, nos den vigor para anunciar tu reino: lucha, compromiso, desafío, misión.” (Canto y Fe Nº 125)

Carlos Abel Brauer

Ester 9,20-28

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