Jesús tomó en sus manos los panes y, después de dar gracias a Dios, los repartió entre los que estaban sentados. Hizo lo mismo con los pescados, dándoles todo lo que querían.

Juan 6,11

Estas frases en el relato de la multiplicación de los panes y peces suenan a la liturgia de la Santa Cena: tomó en sus manos los panes – dio gracias a Dios – los repartió…
Como Sacramento, la Santa Cena proviene de su institución por Jesucristo en la noche en que fue traicionado. Ahora bien, en el significado de este Sacramento confluyen varias prácticas: la cena pascual del pueblo hebreo, las comidas comunitarias de Jesús, la última cena de Jesús el día antes de su crucifixión y las comidas del Resucitado con sus discípulos.
Jesús creció en la tradición de la conmemoración de la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto. La comida pascual era un elemento central de esa celebración. El simbolismo del cordero se trasladó a la comprensión cristiana: Cristo mismo es el cordero pascual.
Jesús puso en práctica el amor de Dios al ser humano pecador. Una de sus prácticas fue la comida comunitaria. Al comer con personas muy diferentes, muchas de ellas despreciables a los ojos de aquella sociedad, les transmitía visiblemente el amor de Dios. Aceptar a pecadores y marginados en la comunión de mesa equivalía a otorgarles perdón. Las alimentaciones masivas, por cierto muy impresionantes, expresaban amor puro. En la última cena, Jesús habló del nuevo pacto. Así como Dios hizo un pacto con beneficios y obligaciones para ambas partes con su pueblo en el Sinaí, él hizo un pacto nuevo con nosotros a través de la vida, muerte y resurrección de Cristo. Participar en la Cena es aceptar el pacto de perdón, vida nueva en Cristo y compromiso con la obra de Dios a favor de la vida y la salvación de todas las personas. Las comidas del Resucitado con sus discípulos vuelven a confirmar esa común unión. Todas esas comuniones de mesa marcaron profundamente a la joven iglesia que incluyó la comida comunitaria en sus encuentros. Y nos marcan hasta hoy.

René Krüger

Juan 6,1-15

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