“Ésta es palabra fiel: Si alguno anhela ser obispo, desea una buena obra. (…) Además, éstos [los diáconos] primero deben ser puestos a prueba y, si son irreprensibles, entonces podrán ejercer el diaconado.”

1 Timoteo 3,1.10

Esta carta que se le atribuye al apóstol Pablo es enviada a Timoteo con una serie de recomendaciones que son fundamentales para el testimonio de Cristo en la sociedad.

Timoteo era un joven de unos 20 años cuando el apóstol lo conoció en Listra (Asia Menor). Su madre era judía creyente, llamada Eunice, y su padre era griego, que no profesaba la fe judía. Su abuela materna era judía creyente y se llamaba Loida.

Los versículos elegidos para este día nos muestran con claridad una iglesia saludable. ¿Cuál es el rol de la iglesia con respecto a la elección y evaluación de sus líderes? Se parte de estas premisas: la vocación, la vida familiar y la capacidad de liderar desde el amor. Ésta no es una tarea menor para una comunidad de fe: poder mirar con la mayor neutralidad posible la capacidad de relacionarse con sus prójimos mediante actitudes de templanza, dominio propio, honestidad, sobriedad y buena comunicación.

¿Por qué tantas recomendaciones? El tema central que aparece en esta Carta a Timoteo es cómo organizar la iglesia para que en ella se imparta con criterio normas de conducta y de vida que puedan ser aplicables en la vida de los creyentes y de sus líderes.

¡Qué importante es desarrollar como cristianos/as un testimonio coherente que deje afuera la vanidad y se refleje en las acciones cotidianas de la iglesia!

La institucionalidad de la iglesia debe estar al servicio de la misión de Dios en la sociedad.

Wilma E. Rommel

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