Por lo tanto, cuiden mucho su comportamiento. No vivan neciamente, sino con sabiduría. Aprovechen bien este momento decisivo, porque los días son malos. No actúen tontamente; procuren entender cuál es la voluntad del Señor. No se emborrachen, pues eso lleva al desenfreno; al contrario, llénense del Espíritu Santo.
Efesios 5,15-17
Siempre buscamos darle racionalidad a nuestras acciones. No hay ningún acto que realicemos sin sentido. Ninguno. Llevar a cabo un acto carente de sentido sería caer en actitudes absurdas. La absurdidad está ligada a la locura. Y nosotros nos esforzamos por evitar caer en actitudes absurdas.
Y esto es, precisamente, lo que el apóstol Pablo nos enseña. Debemos examinar nuestro comportamiento y no vivir neciamente. Vivir neciamente significa vivir sin un propósito en la vida. Se nos insta a aprovechar sabiamente el tiempo que se nos ha dado. ¿Por qué? Porque no somos eternos. Entonces, ¿qué debemos hacer? Se nos exhorta a buscar la voluntad de nuestro Dios y a llenarnos del Espíritu Santo.
Hoy te invito a reflexionar: ¿hacia dónde se dirige tu vida? Se dirige hacia la muerte, que es como la última estación de un viaje. Pero, ¿qué sucede después? La Biblia es clara: después de la muerte viene la resurrección y el juicio de Dios. Al morir, enfrentamos lo que se llama el juicio particular, donde rendiremos cuentas por nuestras acciones. Aunque afirmar que «un Dios de amor no condenará a sus criaturas» pueda sonar reconfortante y romántico, es importante reconocer que estas afirmaciones contradicen lo que dice la Biblia.
¿Para qué vivimos? ¿Cuál es el propósito de nuestra fe? Prepararnos para el encuentro con nuestro Señor Jesucristo. Lo que recojas después de tu muerte será el fruto de lo que hayas sembrado en esta vida.
Sergio A. Schmidt