Viernes 16 de mayo

 

Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, y también el mar.

 

Apocalipsis 21,1

 

Les sucede a los niños, y a nosotros, los más grandes, a veces también, que cuando algo que queremos hacer no nos sale, lo rompemos y empezamos de nuevo: el dibujo de una casa, la redacción de un texto, la proyección de un emprendimiento. Porque querer corregir aquello que está mal encaminado no siempre da resultado, y porque el “borrón y cuenta nueva” puede albergar oportunidades que sobre lo mal trazado no serían posibles.
Lo mismo sucede con aquella vida que nos es prometida en el reino de los cielos. Es nueva, es diferente, y nada tiene que ver con esa primera edición que vivimos aquí. Nuestro mundo quedará atrás para dar lugar a aquello que no podemos imaginar, precisamente porque no es de este mundo, pero que supera por lejos lo que tenemos y somos hoy. Claro que somos curiosos y queremos saber cómo será, cuándo será y dónde será. Porque lo desconocido asusta. Porque nos han enseñado a aceptar el mal conocido antes de apostar al bien por venir.
Quizás, también, porque queremos prepararnos para cuando llegue el momento y no perder la oportunidad de ser parte. Sin embargo, ante los ojos de Dios, lo que vale no es “saber” sino “confiar” que aquello que vendrá es lo mejor, simplemente porque Dios así lo promete. Lo que vale es darle a Dios la oportunidad de crear algo tan diferente a lo que conocemos que nos deslumbrará por completo. Lo que vale es dejar de tenerle miedo a aquello que vendrá.
“¡Dichosos los que creen sin haber visto!” (Juan 20,29).

 

Annedore Venhaus

Compartir!

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Email
Print