En aquel día se abrirá un manantial para que en él puedan lavar sus pecados y su impureza los descendientes de David y los habitantes de Jerusalén.

Zacarías 13,1

El profeta Zacarías en forma metafórica habla de la proximidad de un tiempo oportuno que traerá paz y bienestar al pueblo de David y sus descendientes. Ese tiempo está señalado por la apertura de un manantial donde el pueblo lave y redima sus pecados.

Los cristianos solemos leer e interpretar estas palabras de Zacarías a la luz del nacimiento de Jesús. Como una profecía de preparación para su venida. Jesús, el niño que nace en la pobreza de un establo en Belén, hijo de una joven campesina judía y de un humilde carpintero. Un soñador y predicador con los pies puestos en la tierra pero con la obediencia anclada al Dios de los cielos. Ese Jesús, el nazareno, el piadoso, el que se compadeció del sufrimiento de su pueblo y no escatimó en dar su vida por los demás. Ese Jesús viene a representar el gran manantial para el mundo y su iglesia.

El gran reconciliador y restaurador de la relación de Dios con la humanidad. El camino de salvación desde el perdón y la trasformación que toda persona necesita para creer que algo puede cambiar y que todos podemos cambiar para bien por gracia de Dios. Ese es mi Dios, a él he decidido servir desde el bautismo. Con él se alegra mi corazón y alimenta mi esperanza en un tiempo mejor para todos, en especial para aquellos que están olvidados, desanimados y excluidos de toda dignidad.

Jesús trae una noticia. Todo el mundo se debe enterar. Viene un tiempo de paz y justicia. ¿Quién le ayuda a proclamar? (Canto y Fe Nº 285)

Jorge Alberto Buschiazzo

Zacarías 12,9-13,1

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