En cuanto Judas tomó el bocado de pan, salió. Era ya de noche.
Juan 13,30 (RVC)
El Punto sin retorno
En el lenguaje aeronáutico, los pilotos nos dicen que cuando vuelan sobre el océano, se llega a un punto donde la distancia es la misma, tanto para continuar como para regresar. Pasado dicho punto lo único que resta es seguir adelante. Este es el punto sin retorno.
Este término se utiliza también en el lenguaje cotidiano para referirse a situaciones que tenemos que transitar a lo largo de nuestras vidas.
Ese punto de no retorno cambia nuestra vida para bien o para mal.
Para mal, por ejemplo, puede ser una adicción a una sustancia. Al principio probamos, luego se transforma en hábito y terminamos siendo adictos. Hemos cruzado el punto sin retorno.
Así sucedió con Judas. En este mismo evangelio de Juan 13,2 se nos dice que el diablo había puesto en el corazón de Judas Iscariote el entregar a Jesús. La avaricia se había instalado en su corazón, pero cuando probó el bocado que Jesús le dio, el diablo entró en él y esto se convierte en una posesión satánica. Judas ya no tiene ningún control sobre su propia voluntad y no puede tomar ya ninguna decisión para resistirse al mal. Pasó el punto sin retorno.
Gracias a Dios, existen los puntos sin retorno para bien. Por ejemplo, el más trascendental: la conversión. Ello implica no traspasar el punto sin retorno y volvernos a Dios.
¿En qué punto de este viaje, que se llama vida, te encuentras?
¡Vuélvete a Dios de corazón! Todo te está diciendo ¡vuélvete a Dios! (Canto y Fe Nº 273)
Omar Darío Dalinger
Juan 13,21-30