Él amó a los antepasados de ustedes y escogió a sus descendientes, liberándolos de Egipto por medio de su gran poder.

Deuteronomio  4,37

Este versículo nos invita a pensar en el tema de la liberación. En este caso, una liberación unida al comienzo de una historia. Por lo tanto, una historia de liberación, como lo fue la historia del pueblo hebreo liberado por el poder de Dios, de aquellos egipcios quienes representaban el poder de la opresión.

Nuestra historia de fe tiene como protagonista a un Dios que se hace presente en el sufrimiento de un pueblo, lo libera del pesado yugo que conlleva su existencia. No sólo es un Dios que se apiada del dolor de los seres humanos, sino que es un Dios que ama a su pueblo y actúa en consecuencia.

También hoy, nosotros como pueblo de Dios tenemos nuestros propios yugos, nos encontramos bajo sistemas de poder que nos oprimen, que nos tienen prisioneros. Y hoy también, para todo lo que nos oprime en esta vida, es Dios nuestra liberación, en todo aquello que nos subyuga en nuestra vida personal y en nuestra vida como sociedad, como pueblo. Dios es nuestro camino, un Dios de amor, un Dios presente y solidario.

El desafío para nosotros, como creyentes y seguidores de Cristo en los días que corren es aceptar el mensaje de liberación y salvación que nos viene de Dios y soltar nuestras propias ataduras que nos hacen seres vacíos y con vidas miserables.

Quiera Dios concedernos el valor de elegir cada día su amor incondicional que trae paz y liberación para su pueblo. Amén.

Romina A. Dubs

Deuteronomio 4:25-40

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