Mientras iban de camino, un hombre le dijo a Jesús: “Señor, deseo seguirte a dondequiera que vayas.” Jesús le contestó: “Las zorras tienen cuevas y las aves tienen nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza.”

Lucas 9,58

El discipulado, vale decir el seguimiento de Jesús en su camino como respuesta al reinado de Dios anunciado por él, se ilustra en el evangelio lucano mediante proverbios. Éste es uno de ellos.

Jesús recurre a cierta exageración, algo típicamente oriental. Se propone romperles los esquemas, su visión del mundo, a sus destinatarios para que vean la vida desde otro ángulo.

Por el cuarto evangelio (cf. Juan 1,38-40) sabemos que no es que Jesús no tuviera dónde vivir. (Tampoco era un campesino indigente y sin techo, sino un trabajador pobre residente de una aldea.)

Sí, es Dios el Verbo llegado a este mundo en el seno de una humildísima jovencita, y nacido en un pesebre, pues no había lugar para él en la posada.

Sí, es Aquél que cuando abrió sus labios para enseñar habló aquello de: Dichosos ustedes los pobres, pues de ustedes es el reino de Dios. (Lucas 6,20b)

Sí, es el Cristo cuyo camino pasa por la Cruz donde yacerá solo, pobre y desnudo.

Por eso, para seguir al Señor no caben promesas hechas en momentos de euforia. ¿Estás decidido/a a conformar tu vida a la suya?

Jesús, humilde Hijo del Hombre, nos llama a seguirle caminando con los humildes de la tierra. Para ello necesitamos disponernos a dejar de lado las comodidades, el confort de una vida donde todo está sometido al ganar, acumular o poseer. ¿Cuál es el tesoro que llena tu corazón?

Miguel A. Ponsati

Lucas 9,57-62

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