Sean humildes y amables; tengan paciencia y sopórtense unos a otros con amor.
Efesios 4,2

La fe debe manifestarse en la vida cotidiana, debe ser encarnada. En otras palabras, debemos darle forma tangible a nuestra fe. La fe no se limita a recitar credos, oraciones o expresar entusiasmo en la alabanza. Ciertamente, incluye todo eso, pero va mucho más allá. Significa incorporar en nuestras vidas y acciones aquello que hemos recibido y que nos ha transformado: el amor, la humildad y la tolerancia. A veces, también implica cultivar la paciencia, que es uno de los frutos del Espíritu, y aprender a esperar lo que Dios hará en nuestras vidas o en las vidas de los demás. Es por eso que el texto nos insta a «tener paciencia y soportarnos mutuamente». No todo sucede según nuestro calendario. A menudo, es necesario brindar espacio para que la otra persona pueda seguir su propio camino, tal como nosotros lo hicimos en su momento.
No se trata de tolerar abusos ni de mantener una paciencia que respalde malos tratos o prácticas contrarias al Evangelio. Sin embargo, sí se trata de recordar que si Dios y la comunidad fueron pacientes y amables con nosotros, ¿por qué no replicar ese amor hacia los demás? Debemos dejar de lado actitudes de juicio y crítica, y en su lugar, con amor, amabilidad y humildad, ayudar a nuestros hermanos y hermanas en su proceso de crecimiento y transformación.
Dios tuvo paciencia conmigo, me mostró amor; no tengo motivos para jactarme. Por lo tanto, es más apropiado encarnar el amor en lugar del odio, tener fe en los demás en lugar de desesperarnos.

Jorge Daniel Zijlstra Arduin

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