Sean de un mismo sentir, y vivan en paz.
2 Corintios 13, 11
Nos resulta extraño este pedido del apóstol Pablo a la comunidad de cristianos que se había formado no hacía mucho en Corinto: “ser de un mismo sentir”.
Imaginemos ese grupo de personas: cada uno entendió a su manera las enseñanzas de Pablo, cada uno creía tener la verdad y aparecieron las discusiones, las peleas y los enojos. Pablo siguió su viaje, ya que no podía enseñarles y corregirlos personalmente. Le llegaron noticias de posibles “discordias, envidias, enojos, egoísmos, chismes, críticas, orgullos y desórdenes” (cap.12 v.20) Por eso les advierte duramente; les pide que se examinen; que busquen la verdad para crecer espiritualmente. Para eso debían conversar, escucharse, respetar la opinión del otro, intercambiar pareceres, dejar de lado el orgullo y tratar de llegar a la verdad para hacer lo bueno.
¿Algún parecido con nuestras comunidades? Nos vendría bien repasar estos consejos del Apóstol y ponerlos en práctica. Tratar de llegar a tener un mismo sentir. Reconocer que si cedemos ante otro no significa que seamos débiles. Jesús en su debilidad frente a sus enemigos, colgado de la cruz, fue fuerte cumpliendo la voluntad de Dios. Tomemos su ejemplo y hagamos la voluntad de Dios.
Tratemos de vivir en paz: que cada persona pueda tener una vida plena y buena; en la que la felicidad le llegue a cada uno. Todos merecen ser llamados hijos de Dios, Él no tiene preferencias por algunos. Él ve lo que hay en el corazón de cada uno y nos ve tal cuál somos.
Beatriz Gunzelmann