Viernes 2 de mayo

 

Luego miré, y oí la voz de muchos ángeles que estaban alrededor del trono, de los seres vivientes y de los ancianos. Había millones y millones de ellos.

 

Apocalipsis 5,11

 

Qué visión celestial extraordinaria nos presenta este texto, donde cantidades de ángeles, junto con todas las criaturas en el cielo, la tierra y debajo de la tierra, se unen en un coro majestuoso para alabar al Cordero de Dios. Esta imagen deslumbrante nos revela la exaltación suprema de Jesucristo como el único digno de recibir honor, gloria y poder.
Celebramos la magnificencia de Jesucristo y reconocemos que solo él es digno de nuestra adoración y alabanza. En un mundo lleno de distracciones y preocupaciones, es fácil desviarnos de este enfoque centrado en Cristo. Sin embargo, cuando dirigimos nuestros corazones hacia él en adoración y alabanza, experimentamos la plenitud y la paz que solo él puede ofrecer.
Situémonos en un día ajetreado en el trabajo, donde las demandas y el estrés parecen abrumarnos. En medio del caos, tomamos un momento para detenernos, cerrar los ojos y dirigir nuestras palabras de alabanza a Jesucristo. Recordamos su poder soberano y su amor inquebrantable, y encontramos consuelo en su presencia constante en nuestras vidas. En ese instante, el peso se aligera, la perspectiva cambia y experimentamos un atisbo del cielo aquí en la tierra.
Participemos de esta adoración celestial, reconociendo la majestad y la supremacía de Jesucristo en nuestras vidas diarias. Que nuestras acciones, pensamientos y palabras reflejen siempre la gloria de aquel que es digno de toda alabanza.
“Gloria a Dios en las alturas / y en la tierra que haya paz. / Tu bondad está en la gente / a quien amas de verdad. / Por tu inmensa gloria damos / muchas gracias sin cesar; / te adoramos, te alabamos. Padre nuestro celestial” (Canto y Fe número 378).

 

Clara Meierhold

 

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