Pero al venir la fe, no estamos ya al cuidado de un tutor, pues todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.
Gálatas 3,25-26
“A los cristianos les cuesta mucho ser libres”. Esta reflexión del presidente de la comunidad parroquial en la que participo resuena frecuentemente en mi mente porque tiene mucho sentido para mí.
Es diferente tener la libertad de creer que creer en una única verdad que nos hace libres. Curiosamente, nuestra libertad está vinculada a un solo aspecto: Cristo. Somos libres en Cristo.
La vida cristiana generalmente se vive en comunidad. Paradójicamente, no es posible experimentar plena libertad en la comunidad, ya que cada persona tiene sus límites y sabemos que nuestra libertad termina donde comienza la del otro. Así, en nuestras comunidades matizamos la libertad que se nos ha otorgado y buscamos orientaciones que nos permitan vivir en cordialidad y paz. Sin embargo, estas orientaciones, que podrían ser doctrinas, símbolos, o unificación de carismas, no serán eternas.
Cuando los matices cambian, se genera conflicto en la comunidad. En esos momentos, debemos recordar que somos libres en Cristo. Volver a Cristo durante los conflictos es esencial, pero vivir en Cristo de manera constante es verdadera libertad.
Cuando haya cambios de pastor/a, visitas desconcertantes, nuevas personas, nuevos muebles, un nuevo espacio de reunión, un congreso, un viaje grupal, o momentos de abatimiento y tristeza, recordemos que, ante toda disputa en nuestra comunidad, estamos aquí por Cristo. En su unidad, encontraremos la libertad plena y la igualdad prometida. (versos 27 al final).
Felipe Sepúlveda