Jesús le contestó: El primer mandamiento de todos es: “Oye, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.” Pero hay un segundo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” Ningún mandamiento es más importante que éstos.

Marcos 12,29-31

Los maestros de la Torah en Israel deducían de los diez mandamientos nada menos que ¡613 mandatos! Era lógico pues que discutieran sobre cuál sería la importancia relativa de tantos preceptos, procurando tener claridad acerca de cuál era el ‘mandamiento maestro’ del que los demás eran consecuencia.

Se trata, sostiene enfáticamente Jesús, de algo que no puede ser ignorado por quien ha leído o escuchado las enseñanzas divinas para la vida personal, comunitaria y social y se dice miembro del pueblo  de Dios. Lo original del planteo que hace aquí Jesús está en la combinación de los dos mandamientos en una única norma de conducta ético-religiosa.

En nuestra vida de creyentes se nos presentan dos campos de relaciones abiertos e interconectados: con Dios y con el prójimo. Campos que no pueden separarse sin transgredir el principio que expresan en común: el amor. Mis relaciones con el prójimo hablan de cómo es mi vínculo con el Señor. Mi relación con Dios ha de modelar los vínculos que establezco con mis semejantes. En palabras de la comunidad del discípulo amado: “El que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios… porque Dios es amor.” (1 Juan 4,7c.8)

Señor, en tu gracia ayúdame a vivir diariamente con obediencia e integridad tu mandamiento de amar. Porque así entiendo quién eres. Amén.

Miguel Ponsati

Marcos 12,28-34

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