Fijemos nuestra mirada en Jesús, pues de él procede nuestra fe y él es quien la perfecciona. Jesús soportó la cruz, sin hacer caso de lo vergonzoso de esa muerte, porque sabía que después del sufrimiento tendría gozo y alegría, y se sentó a la derecha del trono de Dios.
Hebreos 12,2
Ser evangélico protestante es poner nuestra mirada en el Cristo crucificado. Así como Martín Lutero puso énfasis en la teología de la cruz contra una teología de la gloria. Así debemos decir que la mirada en la locura de la muerte en cruz de Jesús de Nazareth, nos hace quitar la vista a una teología de la prosperidad, afín a un sistema mercantilista que sólo juzga a través del mérito y la ganancia y se olvida de las víctimas crucificadas.
Volvimos a las indulgencias que tanto criticó Lutero. Nos relacionamos con Dios solamente por un “yo te doy, y tú me devuelves en prosperidad”. Estamos pensando que podemos por mérito comprar la salvación.
Cristo en la cruz enfrentó los poderes de su tiempo, con su falsa fe en el dios César y en una religión temerosa de perder privilegios frente al imperio romano.
Cristo asumió la muerte en cruz, el castigo destinado a los rebeldes, y de esa forma abrazó a los que deben cargar las cruces de la pobreza, el olvido, el menosprecio y la discriminación.
Cristo se jugó la vida por los que eran odiados y menospreciados en la sociedad. Por eso lo crucificaron, no porque quisiera morir así. Él había predicado y anticipado el Reino de Dios y el amor de la diaconía (servicio), y eso le costó la cruz. Por mirar a los de abajo, y no pensar en los poderosos.
Y por ser coherente con lo que predicaba y por asumir la torturante cruz, Dios lo resucitó mediante el Espíritu Santo. Esa es la maravillosa Gracia que salvará al mundo, no la de las indulgencias, ni la de los méritos, ni la de la prosperidad. Nos salvará la misericordiosa Gracia de la diaconía de Cristo Jesús, el crucificado y resucitado por Dios. Al decir de Dietrich Bonhoeffer una gracia nada barata, sino muy cara, que nos llevará la vida agradecer con fe.
Ése es el camino angosto; la bienaventuranza del compromiso por la paz y la justicia y la mirada compasiva a los que sufren; la melodía del Reino que queremos bailar en la tierra y en el cielo. Amén.
Rubén Carlos Yennerich Weidmann
Hebreos 12, 1-3
Tema: cruz de Cristo
Rubén Carlos Yennerich Weidmann- pastor de la Iglesia Evangélica del Rio de la Plata en Comunidad Evangélica de Humboldt – Santa Fe – Argentina- yennerichruben@gmail.com