Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
Efesios 6,12
La fe implica una lucha. Pero, ¿quién lucha contra quién?
Al apóstol no le preocupan las luchas cotidianas de la vida que solemos tener que librar, como el éxito en el trabajo, el dinero y el reconocimiento. No le preocupan los conflictos y las crisis vitales que enfrentamos. Se trata de una lucha especial, no “contra sangre y carne”, sino “contra los gobernantes de las tinieblas de este mundo y contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales”.
Quizás sean palabras inusuales, pero para Pablo queda claro que no se trata de luchar contra otras personas. No estamos en una lucha contra seres humanos de carne y hueso. No debemos identificar a ningún individuo como la encarnación de este poder maligno ni hablar de “ejes del mal” ni de un lugar geográfico como el “reino del mal”. No estamos en guerra contra seres humanos.
Los oponentes en esta lucha son, más bien, los “poderosos y fuertes”, los “gobernantes de las tinieblas en este mundo” y aquellos que están aliados con las “huestes espirituales de maldad”. ¿Por qué utiliza el apóstol Pablo un lenguaje simbólico tan inusual? Lo hace porque así puede describir de manera vívida una experiencia fundamental. Debemos tener precaución con los poderes que intentan manipularnos cuando los argumentos razonables no son suficientes para persuadir a los demás. Debemos ser precavidos con las ideologías extremistas o fundamentalistas, ya sean de derecha, izquierda u otras, que no buscan servir a los demás sino dominarlos.
De esto se trata esta lucha contra las tinieblas de este mundo. Este poder no descansa, sino que lucha por influir. Debemos ser cuidadosos, sabiendo que nuestro Señor nos da su luz para iluminarnos en la lucha y no desfallecer. Definitivamente, la fe también implica una lucha.
Enno Haaks