Y preocuparse por seguir las inclinaciones de la naturaleza débil lleva a la muerte; pero preocuparse por las cosas del Espíritu lleva a la vida y a la paz.
Romanos 8,6

Primero debemos advertir que Pablo, aquí, no está hablando de ese dualismo griego donde la carne era todo lo malo, en cambio la verdad y todo lo del alma era lo bueno; eso nos puede llevar, falsamente, a la conclusión de pensar que lo físicamente creado por Dios no viene de arriba. El ocuparse de la carne es, más bien, en boca del apóstol: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería, odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia, borracheras, orgías y cosas semejantes (Gál. 5:19-21).

Nos llama a ser sabios en nuestra manera de vivir nuestro cristianismo, nos manda a mirar esa ley no porque tengamos que realizar méritos sino como una respuesta al amor que Dios nos ha dado. Contrario a ello, amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio son parte de aquellos que se ocupan del espíritu.

Es así que la primera lista provoca una forma tóxica de vivir, a veces ha atentando contra nosotros mismos, y, el llamado del apóstol es para vivir una vida libre, con una conciencia que nos permita caminar por la vida de la mejor forma posible; el mismo apóstol Pablo podría dar testimonio, pues su conversión hacia el cristianismo provocó muchos anticuerpos y obstáculos. Es por esa razón que Jesucristo vino a nosotros; para ser verdaderamente libres, no ocupar nuestra libertad para cualquier cosa sino para elegir lo mejor en nuestras vidas, aprovechar nuestro tiempo para lo mejor, y así, empezar a vivir ese Reino de Dios y a disfrutar de la vida que él nos dio.

Oración: Señor, ayúdanos a ser sabios, con esa inspiración que viene de arriba. Amén.

Alexis Salgado R.
Romanos 8,6-8

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