Hermanos, nosotros no somos deudores de la carne, para vivir de una manera carnal. Si ustedes viven según la carne, morirán. Al contrario, si hacen morir las obras de la carne por medio del Espíritu, entonces vivirán.
Romanos 8,12-13
Hermanos y hermanas: Carne y Espíritu, hoy la palabra de Pablo nos presenta esta tensión, esta oposición entre la carne y el Espíritu, que después se refleja en la dicotomía entre muerte y vida. En estos tiempos, habrán notado en la televisión, que es un espejo de nuestra sociedad, la variedad de medicamentos que se nos ofrece para la salud del cuerpo; desde el tratamiento de la gripe hasta problemas de memoria, desde el cuidado de la piel hasta los trastornos digestivos.
Más aún, la oferta apunta a tener una vida lo más prolongada y buena posible… hasta la muerte. Quiero decir con esto que el acuerdo del mundo es ofrecernos lo mejor, para que la vida de la carne sea plena.
Precisamente, no contamos con remedios ni abundantes consejos en relación al espíritu, su bienestar y restauración. Además, estamos cada vez más conscientes de que cuando nuestro espíritu no está en armonía, la carne lo refleja de diversas maneras, manifestando los síntomas.
También comprendemos que nuestro cuerpo es el instrumento que permite la existencia de nuestro espíritu. No subestimamos su importancia. Sin embargo, debemos reconocer que nuestro espíritu, unido al Espíritu de Dios, nos sostiene en esta vida y nos abre la puerta hacia la vida eterna. Amén.
Atilio Hunzicker