Procuren vivir tranquilos y ocupados en sus propios asuntos, trabajando con sus manos como les hemos encargado, para que los respeten los de afuera a ustedes y para que no les falte nada.

1 Tesalonicenses 4,11-12

En la comunidad cristiana en Tesalónica, como en toda la cultura griega, el trabajo manual no era bien visto. Los trabajos duros y sucios eran para los esclavos. Un poco mejor visto era el trabajo de los artesanos, técnicos -como alfareros o herreros- porque necesitaban más conocimiento y especialización. En esta sociedad lo mejor era adquirir sabiduría, dedicarse a la Ciencia, Filosofía y Política para ganar su dinero y un puesto en el Estado.

En la congregación que Pablo fundó hubo gente de todo tipo. No debía haber discriminación o exclusión por oficio o trabajo. Así, el mensaje del apóstol apunta hacia la armonía y tranquilidad. El trabajo ayuda a lograr este fin. La ocupación en los asuntos propios permite recibir recompensa y éxito en los trabajos. De esta manera, cada uno puede reforzar su autoestima. Trabajar en sus asuntos es pasar el tiempo con actividades importantes y no malgastar el tiempo que recibimos de Dios. Con el éxito y la remuneración del trabajo se puede vivir sin depender de otros y también quedará algo para ayudar a los necesitados.

La persona que hace bien sus trabajos es, en el juicio de otros, muy respetado. Muchas veces se escucha: “este ser humano es buen trabajador”. Al contrario se dice: “a este no le gusta el trabajo”.

Martin Lutero escribió: “El trabajo es propio al ser humano como el volar lo es al pájaro”. 

¡Qué bueno sería un mundo en el que empresas, sindicatos y políticos elaboraran leyes que concedieran un pago justo al trabajo para que todos puedan vivir en tranquilidad!

Toda obra nuestra haz prosperar, que frutos buenos pueda dar, concede al fin que con fervor lo hagamos todo en tu loor. Amén. (Culto Cristiano Nº 310,4)

Günter Kreher

1 Tesalonicenses 4,1-12

 

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