Todos estaban esperando que se hinchara o que de un momento a otro cayera muerto; pero después de mucho esperar, cuando vieron que nada le pasaba, cambiaron de idea y comenzaron a decir que Pablo era un dios.

Hechos 28,6

Unos versículos más atrás se nos cuenta que la gente pensaba que Pablo era un asesino, dado que había sobrevivido a un naufragio, pero ahora una víbora se le había enroscado en la mano. El razonamiento era que aunque se había salvado del mar, la justicia divina no lo quería dejar vivir. Pero, como Pablo no mostró ningún signo de estar intoxicado por la víbora, la gente de pronto cambia de opinión y dice que es un dios. Primero un asesino y después un dios. Y la verdad es que ninguna de las dos cosas era cierta.

Lo que a mí me llama la atención de este texto es que no pareciera que Pablo esté muy perturbado por lo que la gente dice de él. Él simplemente sigue con su vida y su tarea. En mi trabajo he observado a lo largo de los años cuántas cosas sin fundamento se dicen de los otros y cómo esto muchas veces genera grandes conflictos. Se dicen cosas sobre nosotros y posiblemente nosotros también hacemos comentarios sobre otros que son una falsedad. Este texto nos invita a que, por un lado, midamos nuestra lengua y hablemos solamente con la verdad. Por el otro lado, también nos anima a que no nos dejemos perturbar por lo que otros dicen de nosotros, sino continuemos con nuestras tareas y responsabilidades teniendo una actitud coherente con nosotros mismos.

Tu palabra es, oh Señor, don precioso de tu amor, que contiene con verdad tu divina voluntad, que me dice lo que soy, de quién vine y a quién voy. (Cántico Nuevo N° 111)

Sonia Skupch

Hechos 28,1-16

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