Los otros sacerdotes fueron muchos porque la muerte les impedía seguir viviendo; pero como Jesús no muere, su oficio sacerdotal no pasa a ningún otro. Por eso puede salvar para siempre a los que se acercan a Dios por medio de él, pues vive para siempre, para rogar a Dios por ellos.
Hebreos 7,23–25
El propósito del autor de esta carta es iluminar y fortalecer la fe de un grupo de cristianos que estaban enfrentando dificultades. ¿Cómo logra el autor infundirnos fe y esperanza a través de su carta? Al recordarnos en quién depositamos nuestra confianza: creemos en aquel que no muere, que ha vencido a la muerte.
¿Acaso cuando sentimos desfallecer, cuando no encontramos la salida a las dificultades, cuando todo se torna oscuro, no buscamos a alguien en quien apoyarnos? ¿No es en esos momentos cuando más necesitamos saber a nuestro lado a nuestros seres queridos, aquellos en los que realmente podemos confiar? Aquí se nos recuerda que no hay otro como Jesús, Él es en quien podemos confiar, el que intercede por nosotros ante Dios, quien desea nuestro bienestar, quien venció a la muerte y destruyó para siempre el poder del pecado.
En estos días, en los que nos acercamos a conmemorar el día de la Reforma Protestante, recordamos que el único sumo sacerdote es Jesús. Es Él quien intercede por nosotros, nuestro único maestro y salvador. Jesús es nuestra nueva y más grande esperanza, quien contrapone a la ley el amor, aquel que no muere, y que no tiene nada de pecado en Él.
Que podamos reconocerlo como nuestro Señor y Salvador, y depositar nuestra confianza plena en Él en tiempos de dificultad. Pidamos que fortalezca nuestra fe y nos brinde nuevas esperanzas cada día. Amén.
Deborah Verónica Cirigliano Heffel