Pido al Padre que de su gloriosa riqueza les dé a ustedes, interiormente, poder y fuerza por medio del Espíritu de Dios, que Cristo viva en sus corazones por la fe, y que el amor sea la raíz y el fundamento de sus vidas.
Efesios 3,16-17
Los versículos de hoy forman parte de la oración de Pablo dirigida a los creyentes en Éfeso. Esta oración es impulsada por su profundo reconocimiento de la gracia de Dios en Jesucristo y la Nueva Vida que todos ellos han recibido a través de Él. Aunque Pablo podría haber utilizado cualquier nombre para “nombrar” a Dios, elige uno que es cercano, accesible, amoroso y atento: la palabra “Padre”. Es hacia este Padre divino que dirige sus peticiones con humildad y entrega.
Pablo solicita a Dios que los creyentes sean “fortalecidos interiormente”, pero ¿a qué se refería con eso? Los griegos entendían tres aspectos bajo el término «interior»: inteligencia (sabiduría), conciencia (sensibilidad) y voluntad (pensamiento).
El fortalecimiento del “ser interior” se produce cuando Jesucristo establece su morada “permanente” en el interior de las personas y las transforma. Esto ocurre cuando dejamos de resistirnos a su amor y permitimos que su presencia infunda significado y dirección en nuestras vidas. Así, cuando pensamos “con Dios”, nuestra vida se llena de paz, pero cuando pensamos “sin Él”, el miedo y el dolor se apoderan de nosotros. Entonces, ¿cómo elijo pensar hoy? ¿Confío en el Dios que mueve el mundo y que habita en nosotros? Si llegamos a creer que podemos relajarnos y entregarnos a Él, ¿qué cambiaría en nuestras vidas?
Padre, que tu amor sea como oxígeno en nuestras vidas, un aliento liberador. Ayúdanos a vivir con fe en el poder de tu amor. Amén.
Soraya Pereyra