Y cantaban y alababan al Señor diciendo: “Demos gracias al Señor porque él es bueno y para siempre permanece su misericordia sobre Israel”. Y todo el pueblo cantaba de alegría y alababa al Señor, porque ya se había comenzado a reconstruir el templo del Señor.
Esdras 3,11
La celebración a la que se refiere este fragmento tenía que ver con la terminación de los cimientos del nuevo templo a construirse en Jerusalén. La algarabía era tal que se confundían los gritos de alegría de los jóvenes con el llanto de emoción de los mayores. Cuando se actúa de acuerdo con la voluntad de Dios, las obras prosperan y salen bien. Razón demás para agradecer y alabar a Dios. Porque en definitiva todo lo que recibimos, todo lo que logramos es gracias a su bondad y misericordia. Pocas veces lo tenemos en cuenta y olvidamos de agradecer. Tenemos la maldita tendencia de desear siempre un poco más a pesar de lo mucho que ya obtuvimos. Pensamos que nos merecíamos más; y terminamos siendo infelices cuando no logramos aumentar o envidiosos porque al otro se le otorgó justo lo que nosotros queríamos tener. Esto ha sido causa de inútiles peleas y sangrientas guerras alrededor del planeta. Reflexionemos un poco sobre este tema y valoremos lo que se nos ha dado. No hago un llamado al conformismo, pero aprendamos a agradecer todo lo que recibimos de nuestros padres y abuelos, maestros y amigos, cónyuges, vecinos; sí, de Dios mismo. Y construyamos, pues, con alegría el templo. La base ya está colocada, es Jesucristo mismo (1 Corintios 3,11), y el templo en el que habrá de vivir el espíritu de Dios, somos nosotros mismos (1 Corintios 3,16). Construir o reconstruir el templo del Señor debe ser una satisfacción.
Federico Hugo Schäfer Esdras 3,1-13