Dios nos ayudó a anunciarles a ustedes su evangelio, con todo valor y en medio de una fuerte lucha.
1 Tesalonicenses 2,2b
En su primera carta a los Tesalonicenses, Pablo llama a ponerle el cuerpo a la fe. La persecución de cristianos y cristianas se había intensificado en manos del Imperio Romano. Y ante la preocupación del pueblo, Pablo llama a resistir pacíficamente y perseverar en la fe −y en el testimonio público de esa fe− con valor.
En tiempos de desinformación, polarización social y proliferación de expresiones de odio, la carta de Pablo nos recuerda y anima a fortalecer la voz profética de la iglesia y la cultura de la paz.
Nos llama a sostener una voz pública coherente con los valores cristianos de amor al prójimo y justicia social, expresada en palabras y en obras. Esta carta nos da esperanza en la construcción de una sociedad más plural y diversa, también en la adversidad.
La sociedad nos desafía a la apertura al diálogo respetuoso e informado y al trabajo conjunto. El testimonio público forma parte de la participación en la misión de Dios que se expresa en y por Cristo.
La potencia de este testimonio es justamente el poder transformador, la denuncia de la injusticia acompañada siempre de una propuesta alternativa, de un mensaje de esperanza.
Mariana Malgay