El Señor le había dado sus órdenes a Moisés, y Moisés se las dio a Josué, quien las cumplió en todo, sin pasar por alto ninguna de ellas.

Josué 11,15

En nuestra serie de reflexiones de la semana seguimos con Josué, quien lidera a los israelitas en su camino a la tierra prometida. Camino al norte debe enfrentar una alianza de pueblos enemigos cuyos soldados eran tantos que no se podían contar, como los granitos de arena a la orilla del mar (v. 4).
Sin embargo Dios anima a Josué una y otra vez con valor y le inspira con estrategias de acción, que a los ojos de hoy las podemos cuestionar y no estar de acuerdo por su belicosidad y violencia.
La historia del pueblo de Israel, en su largo camino de conquistas, tal como lo refleja el libro, no era un tiempo corto ni fácil, sino que estuvo signado por luchas, ataques, defensas y expuesto siempre a grandes peligros y largas esperas. Pero en toda la adversidad e inseguridad, el hilo conductor que guía y anima a su líder Josué es la constante obediencia y confianza en Dios, de quien vienen las ordenes que permanecen a través del tiempo.
Josué se sentía acompañado por Dios que lo animada a no tener miedo y lo inspiraba en los tiempos y en las estrategias que debía seguir en su camino.
Y es justamente la obediencia a Dios, la permanente atención a sus órdenes y el profundo convencimiento en su compañía, lo que convierte a Josué en un personaje emblemático de toda la historia del pueblo de Israel.
Los atributos de Josué nos interpelan también a nosotros hoy, que muchas veces somos impacientes, desconfiados y especulamos con la intervención divina según nuestras medidas y conveniencias. Sin embargo la acción de Dios en nuestros caminos se da de maneras insospechadas, y cuando ocurren, así como Josué, debemos reconocerlas haciéndolas parte de nuestro testimonio. Que así sea.

Hilario Tech

Josué 11,1-15

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