Viernes 28 de febrero

 

Precisamente porque tenemos esta esperanza, hablamos con toda libertad. No hacemos como Moisés, que se tapaba la cara con un velo para que los israelitas no vieran el fin de aquello que estaba destinado a desaparecer. Pero ellos se negaron a entender esto, y todavía ahora, cuando leen la antigua alianza, ese mismo velo les impide entender, pues no les ha sido quitado, porque solamente se quita por medio de Cristo. Hasta el día de hoy, cuando leen los libros de Moisés, un velo cubre su entendimiento. Pero cuando una persona se vuelve al Señor, el velo se le quita. Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por eso, todos nosotros, ya sin el velo que nos cubría la cara, somos como un espejo que refleja la gloria del Señor, y vamos transformándonos en su imagen misma, porque cada vez tenemos más de su gloria, y esto por la acción del Señor, que es el Espíritu.

 

2 corintios 3,12-18

 

El apóstol Pablo presenta una profunda reflexión sobre la revelación de Dios para cada ser humano.
Él compara la gloria del antiguo pacto, representada por Moisés y la ley, con la gloria del nuevo pacto en Cristo, indicándonos que la revelación en Cristo es superior y transformadora.
El apóstol nos habla de la libertad y claridad que provienen del Espíritu, contrastándolas con la oscuridad del velo en el corazón de quienes no creen. La transformación ocurre al contemplar la gloria de Dios en Cristo, permitiendo que el Espíritu Santo nos moldee gradualmente a su imagen.
Es un llamado a una relación íntima y transformadora con Dios, cada día de nuestra vida.

 

Leonardo Calderón

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